CONVERSATORIO | CIUDAD: GÉNEROS Y CONTRASTES

En esta oportunidad estuvimos trabajando en la coordinación de este conversatorio, la antropóloga Andreina Torres, por la Plataforma "Pensar la Ciudad", las militantes feministas Anyoely Villegas del Toro y Mariana García por la Escuela de Feminismo Popular Sexualidades e Identidades Revolucionarias (EFPSIR), la activista transgénero luchadora por los DDHH de las personas sexo-género diversas Rummie Quintero por la organización Divas de Venezuela, la arquitecta, artista plástica, ilustradora, caricaturista y también feminista María Centeno por la organización Araña Feminista, y por último, mi persona Ciro Casique por la Alianza Sexo-Género Diversa Revolucionaria (ASGDRe). El objetivo de este conversatorio fue el de impulsar espacios de discusión sobre la ciudad desde la perspectiva feminista y sexo-género diversa.

Al mismo asistió un variado público a la Sala Gladys Meneses del IARTES, en el sector de Bellas Artes, en Caracas para dar la discusión sobre cuál es la relación entre  ciudad y violencia de género. Lxs coordinadorxs del conservatorio expusieron los motivos centrales de la convocatoria a lxs participantes y se planteó una propuesta metodológica de discusión abierta, que diera rienda suelda a la necesaria discusión que cada participante quisiera poner en la mesa de diálogo, por lo que se le solicitó a la gente que conversáramos sobre cuánto daño les ha hecho esa construcción social que llamamos ciudad, que no está constreñida sola y exclusivamente a lo materialmente construido, pero que por supuesto también lo contempla.

Luego de haber expuesto todo, lxs participantes iniciaron su conversa desde las realidades vividas en sus propios cuerpos. Muchxs de ellxs contaban cosas como:

La ciudad no trata igual al hombre y a la mujer, en ella se les permite a los hombres desde muy pequeños salir a la calle hasta tarde, mientras que a las mujeres no, «a nosotras nos regañan, porque si una quiere salir de chiquita le dicen que eso no es para las niñas decentes», decía una de las asistentes.

Otra compañera que se autodenominaba de clase trabajadora establecía relaciones entre el derecho a la ciudad y la división sexual del trabajo, «las mujeres se quedan en la casa cuidando de los chamos (niñxs), mientras que los hombres son los que cruzan la ciudad para ir a trabajar, tienen derecho a salir».

La compañera Rummie Quintero decía que la forma en que recibía violencia era muy distinta, y tal vez mucho más intensa por su propia identidad transgénero, había sido y sigue siendo atacada moral y hasta físicamente por el patriarcado y el machismo expresado por los ciudadanos y muchas ciudadanas 
«nos persigue la opresión en la casa, en la escuela, en el trabajo, y en la calle(...)». Además, agregaba que «hay espacios históricamente destinados para trabajos sexuales que es lo que les toca hacer a la mayoría de las compañeras trans, porque en este país aún no se reconoce nuestro derecho a la identidad auto-percibida».

En el ámbito de la generación de la violencia patriarcal la falta de iluminación (en momentos nocturnos) de los espacios públicos, el diseño de calles, plazas, y/o recintos que no ofrecen muchas salidas de escape juegan un papel muy importante para la proliferación de expresiones de agresión física contra las mujeres (hasta violaciones) y otras más contra las personas sexo-género diversas porque son proclives a ser atacadas por crímenes de odio.

Yo agregaba también que la falta de mezcla de los usos de la ciudad daba como producto una planificación de la ciudad monocéntrica, segregada, separada, en la que el control visual y físico por parte de lxs ciudadanxs no es ejecutado; ya que se proponen áreas especializadas en el ordenamiento de la misma. Resultando con esto que enormes lotes de ciudad son destinados para residir, otros para uso de oficinas, otros para uso industrial, otros para uso comercial, y así sucesivamente. Dado esto, la ciudad en todo su tejido urbano no posee una permanente ocupación en todo su territorio por parte de los ciudadanos, permitiendo con ello la generación de espacios vacíos de personas en horas del día y mucho más especialmente cuando cae la noche. Lxs más pobres deben acostumbrarse a los peores terrenos de la ciudad, los que no son 
el «lomito» para las contratistas y el mercado de producción y ventas de viviendas, mientras que las familias más poderosas viven como reyes y reinas en enormes casas, con 24 habitaciones y enormes jardines.

Pero  también hay que decir aquí, que hay unxs marginadxs por lxs marginadxs, por ejemplo, golpea a la cara la evidente feminización de la pobreza que muchas veces lanza a las mujeres de clase pobre (que quede claro, las mujeres ricas evidentemente no sufren esto) a pedir dinero y comida en lugares de la ciudad como el metro y las calles. Todo esto producto de que el marido como buen patriarca las embaraza, les prohibe trabajar, no es corresponsable de la crianza el cuidado de lxs niñxs y luego las abandona por distintas razones. Entre las que podemos nombrar; que su patrón el patriarca burgués de la empresa que lo contrató sólo le da un sueldo para que sobreviva y siga trabajando para él como buen esclavo, lo que deja a las mujeres en mayor vulnerabilidad económica y social.

Algo muy parecido a lo anterior ocurre con las compañeras transgéneras y algunxs gays o lesbianas más pobres, en muchos casos paran en la calle producto de que sus familias lxs abandonan y lxs tiran a las calles. 
«(...) terminan comiendo de la basura y sobreviviendo
», nos decía un asistente.

Según un análisis como este no cabe duda que la ciudad es un territorio en disputa permanente por los DDHH en el marco del patriarcado y el capitalismo que dominan actualmente. Mientras esta crisis ocurre (el capitalismo patriarcal) lxs pueblos no nos quedamos quietos, nos levantamos a contestarles en la cara la enorme injusticia que vivimos a diario.

Por acá decimos:


¡¡¡La batalla por la liberación debe ser en la casa, en la calle y en la cama!!!

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